Esta semana conocimos del derrame de 10 mil litros de pintura a las aguas del río Trainel, en Chonchi. Según se ha señalado en la prensa, el material vertido desde un camión proveedor de empresas salmoneras es “antifouling”, es decir, es utilizado para evitar el crecimiento de algas y organismos marinos en embarcaciones e implementos de pesca.
Si bien su uso está permitido y es ocupada en pequeñas cantidades, la dosis derramada en este incidente puede ocasionar un gran daño a la biodiversidad no solo de este afluente sino también entre las especies que pueda encontrar en su desplazamiento por las aguas, con importantes probabilidades de mortalidad.
Situaciones como ésta no son nuevas en nuestro país y sus consecuencias han sido de alto impacto, en algunos casos irreversibles, para los lugares donde han ocurrido.
Por esta razón, en Fundación MERI creemos que las medidas y la reacción oportuna de las autoridades han estado a la altura de un evento de este tipo. Sin embargo, también creemos que cada episodio de esta naturaleza, independiente de su magnitud y zona geográfica en nuestro país, debe ser abordado por las autoridades con la misma fuerza y convicción que han demostrado en diversos medios de comunicación y RRSS. De igual forma, es imperativo incrementar las capacidades de fiscalización que permitan la prevención de accidentes de este tipo que generan un alto riesgo para ecosistemas delicados y de gran importancia para el equilibrio de nuestros recursos.