Todo comenzó cuando murió su abuela Eliana Falabella y las hermanas Liliana, María Luisa y Teresa, su madre, le encargaron instalar su legado. La actual ‘filántropa’, por propia definición, armó una fundación y un modelo ‘para educar en la naturaleza’, que la llevó al conservacionismo natural y cultural, que hoy financia ella íntegramente.
‘De oveja negra pasé a ser la oveja verde’, dice y agrega : ‘Siempre rompí esquemas’. Francisca Cortés Solari es parte de la tercera generación del grupo empresarial que fundaron sus abuelos Alberto Solari y Eliana Falabella, y se le nota la admiración por estos ‘ancestros’ que a partir de la sastrería familiar, levantaron el principal retailer del país y uno de los más grandes del continente. Una historia que legaron a sus tres hijas —Liliana, María Luisa y Teresa—, de la que ella se siente heredera y que la llevó al conservacionismo ecológico y cultural. Comenzó ese camino hace 25 años y lo lidera a través de las fundaciones Caserta, MERI y sus tres reservas en San Pedro de Atacama, el Cajón del Maipo y la Patagonia. ‘Filántropa’, dice sin dudarlo, cuando le preguntamos cómo se define la hija mayor de Teresa Solari, quien junto a su madre y hermano Juan Carlos controlan el 11,58% de Falabella, a través de Inversiones Corso. Desde hace cinco años, cada uno tiene su Family Office, el suyo se llama Iscor —por la fusión de su apellido con el de su marido, Claudio Israel— y está detrás de sus 32 proyectos que buscan ‘romper con el paradigma de la educación en la sala de clases’, con un modelo que integra cultura, ciencia y economía, educación y conservación con pueblos originarios y actores locales. ‘Me costó asumir que venía de una familia con patrimonio, pero me di cuenta del tremendo valor que hay ahí’, afirma, al tiempo que reconoce que siempre fue distinta, acelerada y hasta corrió en la Fórmula 4. ‘Nací en mi familia y eso no quiere decir que no pueda estar entre los caballos, tocando guitarra, danzando o trabajando con pueblos originarios’, dice la empresaria. Por estos días viaja a Dubái, es una de las 16 patronas mundiales de la Naturaleza distinguida por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), es la única sudamericana. Todo comenzó cuando murió su abuela Eliana. Las tres hermanas Solari Falabella, y los cinco primos Heller Solari, Karlezi Solari y Cortés, la eligieron para continuar su legado. Así nació Caserta, por el nombre del stud de caballos de sus abuelos y del pueblo originario de los Falabella en Italia, y su foco fue la educación. Primero con campamentos de verano en la naturaleza, y formación para los hijos de los cuidadores de caballos en el Club Hípico, lugar con el que su familia tiene un vínculo profundo.
‘Personas muy vulnerables no solo en lo económico, también al medio, a la droga, a la deserción escolar’, explica Francisca Cortés. Luego sumó un colegio en Casablanca, donde su tía Liliana y sus primos Heller Solari tienen tierras. Más tarde sumó otros tres en La Pintana en Santiago. ‘Un salto cuántico’, recuerda, que abarcó a los profesores, la alimentación saludable y, al final, el ‘bienestar’ de toda la organización. ‘Así como yo he trabajado muchas cosas personales, sanado historias, esto fue como trabajar con el alma de los alumnos, de los profesores’, explica de su modelo de ‘educación transformadora en la naturaleza’ que ‘rompió el paradigma de educar dentro de la sala de clases’. A la fecha, Caserta ha formado a más de 30.000 estudiantes y 10.000 docentes. Al principio, el escenario natural fue el cerro San Cristóbal y Peñalolén, pero a corto andar surgió la necesidad de contar con algo propio y la fundación adquirió tres reservas: Puribeter (San Pedro de Atacama), Likandes (Cajón del Maipo) y Melimoyu (Patagonia). ‘Nació el sueño’, dice, y se completó porque sus lazos se extendieron a los agricultores y comunidades locales, y el proyecto giró hacia la conservación. También marca el giro que tomó la fundación al partir sus dos tías, y luego en 2016, cuando la familia Cortés Solari estructuró todos sus aportes en un endowment y, a contar de 2020, Francisca Cortés decide asumir sola su gestión. ‘Necesitaba ir más rápido, era difícil ponernos todos de acuerdo, empecé a abarcar educación, conservación, pueblos originarios, las ballenas… fue más fácil, tomar mi independencia’, explica la empresaria, que hoy financia la operación de sus fundaciones y el personal que trabaja en las reservas. ‘Cuando decidí independizarme también fue para hablar y decidir con libertad. Sé que hay muchos chilenos que hacen cosas valiosas y ojalá las mostraran más’, explica, sobre los motivos para dar esta entrevista.
—Algunos creen que los empresarios no deben participar de la vida pública, ¿está de acuerdo? ‘La empresa tiene un rol social, uno público y otro privado, y esas tres cosas deben conversar. Cuánto trabajo da una empresa como Falabella, cuántas familias hay detrás de esa organización, cuánta inversión, cuánto esfuerzo en mejorar la calidad de vida de las personas. Necesitamos recuperar las confianzas, mirarnos a los ojos, no poner límites, que soy de acá y tú de allá. Los límites, los juicios personales han causado muchos problemas’.
Un estallido que cambió el destino de Caserta
Su primer ‘debut’ público fue con Andes Show en la Bienal de Venecia, que dirigió el arquitecto Alejandro Aravena en 2016. El segundo fue más inesperado. Para la COP25 que Chile lideraría en 2019, la Fundación Caserta —junto a otras organizaciones— sustentaría el pabellón principal de ciencias y cambio climático, pero el estallido de octubre cambió los planes. La muestra debió trasladarse a España, y aunque los costos se triplicaron, no lo dudó. ‘Dije, ya hemos trabajado tanto en esto, ¡vámonos a España!’, recuerda. Y cree que valió la pena; sus proyectos se conocieron a nivel mundial y la ‘cosa explotó’. Desde entonces crearon un “fondo verde” con un banco internacional y perfeccionaron un modelo para medir el valor económico de la naturalreza, también el de las ballenas para su ecosistema -una de sus causas preferidas-, a propósito de los enormes cetáceos que nadan en las aguas del Corcovado, cerca de su reserva en la Patagonia.
—¿Por qué dedicarse al conservacionismo ecológico, involucrarse con los pueblos originarios, viniendo de la empresa? ‘El Estado no puede solo. Si seguimos invirtiendo menos del 0,09% del PIB en biodiversidad —como en Chile—, no llegaremos a tiempo. Necesitamos que las empresas entiendan que el compromiso con la naturaleza no es solo Responsabilidad Social Empresarial o márketing verde, sino gestión de riesgo, legitimidad social y oportunidad de innovación. Necesitamos ampliar la mirada con visión de progreso a futuro’.
— ‘Salir’, debatir en seminarios, tener figuración pública, es algo que los empresarios rehúyen, ¿usted es distinta? ‘Fue una decisión, siento que tenía que romper con eso, porque mostrar lo que uno hace aquí, en Chile, es tremendamente útil para los chilenos, pero también para el mundo. En muchas cosas, nosotros vamos en la vanguardia y el mundo nos mira. El costo de no actuar será siempre mayor. Hoy, la reputación, la sostenibilidad y la innovación están del lado de quienes se atreven a liderar este cambio. Conservar no es frenar el desarrollo, significa garantizar que ese desarrollo sea viable en el largo plazo’.
—Muchos consideran que el conservacionismo, los pueblos originarios, tensionan los intereses empresariales, ¿no lo cree? ‘La conservación no es un negocio para nadie y, en ese sentido, quizás haya ignorancia. Pero creo que en Chile, en general, hay buenas prácticas, la empresa ha tomado conciencia, se rige por una legislación que ha avanzado y de la que me siento orgullosa. Siento que los empresarios han ido valorando la importancia de la generación de carbono que generan sus procesos. ¿Podríamos estar mucho más adelantados? A lo mejor, pero hemos avanzado como país en políticas públicas y conciencia’.
—El tema comenzó como responsabilidad social y evolucionó a la filantropía, ¿en que se diferencian? ‘Toda empresa debe ser responsable socialmente, porque en la medida que sus trabajadores estén bien, va a ser más productiva. ¿Cuál es la diferencia con la filantropía? Que la filantropía no piensa en el retorno económico, es una donación —después de pagar todos mis impuestos—, sin esperar nada a cambio. Es mi gratificación personal, mi amor profundo por mis antepasados que no tuvieron la misma suerte, pasaron muchas necesidades y trabajaron para que yo hoy esté aquí’.
Necesitamos que las empresas entiendan que el compromiso con la naturaleza no es solo Responsabilidad Social Empresarial o márketing verde’.
Futuro de Falabella: ‘No creo que vayamos a tener cambios drásticos’
Através de inversiones Corso y participaciones individuales, Teresa Solari y sus dos hijos tienen el 11,58% de Falabella, empresa de la que Juan Carlos Cortés Solari es vicepresidente. Hoy, además, cada uno tiene su family office. ‘Fue una tremenda oportunidad de tomármelo muy en serio, armar equipo, velar por que las inversiones sean sostenibles y ya lo hemos logrado en 50% y queremos llegar al 100%’, agrega Francisca Cortés, que hace unos años se radicó en Uruguay, donde tiene su campo y sus caballos. Viene mucho a Chile, y también pasa tiempo en Estados Unidos y Europa. Recalca el ‘tremendo apoyo’ que ha sido su hermano Juan Carlos, ‘me ha permitido dedicarme a esto’. Y agrega: ‘Lo que caracteriza a Falabella es que todavía hay una continuidad de la familia fundadora, y los accionistas relevantes también son una familia, eso aporta un valor que la hace distinta, es una empresa familiar’.
—¿Y se mantiene esa unidad familiar, luego de los cambios en la administración en 2023? ‘En los directorios siempre se van a discutir distintas posiciones, pero se ha llegado a un consenso que se ve en los resultados de Falabella. El desafío es la unión, fortalecer ese consenso’.
—¿Usted estuvo de acuerdo con esos cambios, que significó la salida de su primo Carlos Solari de la presidencia?, quedaron heridas… ‘Sí, estoy de acuerdo, me gusten o no, a veces los cambios son positivos y los resultados hablan por sí solos. Puede haber heridas, pero ese aprendizaje tiene un por qué y hoy miramos al futuro. La administración son personas tremendamente confiables, estoy súper satisfecha y creo que también mi hermano de cómo se ha gestionado la empresa. Obviamente pasó por un momento difícil, pero también fue una coyuntura muy particular que afectó a todos los actores del retail y el comercio. Esto no es un tema de unos u otros. Si se salvó esta difícil coyuntura es por la resiliencia familiar, que está dispuesta a que las cosas avancen por el bienestar de la empresa, de ese legado. Siempre vamos a tratar de llegar a acuerdos’.
—Analistas anticipan nuevos cambios en abril, cuando se elija directorio, tras la participación que tomó Tomás Müller y la familia Fürst. ¿También está de acuerdo? ‘La actual administración lo ha hecho bien, no creo que vayamos a tener cambios drásticos y los que haya serán de mutuo acuerdo, porque lo más importante es que el directorio esté alineado, actúe por consenso y no por intereses personales’.